Con más de treinta, la vida se ve de otra manera. Que me
perdonen los peterpanes, los optimistas, los ilusionistas y los cazadores de
sueños. Yo me bajo, tras muchos días lluviosos, del tren que conduce al otro
lado del arcoíris y me quedo en la estación de mi hogar, que es mi refugio, mi
abrigo, mi familia, mi descanso, mi verdadera esperanza de cambiar el mundo. Me
quedo en la estación de la tranquilidad conmigo misma y del sosiego, donde un letrero gigante anuncia que soy buena persona, que estoy cuerda y emano
salud y vida. Una estación que no me da un ultimátum, ni una hora de partida, sino
todo lo contrario. Donde los interventores no me amenazan, o conmigo o contra mí y no me acusan a mí de sus propios errores.
Un lugar común y corriente donde me siento querida y comprendida que no es
poco, ni mucho, es justo lo que necesito.
6 comentarios:
No es más feliz quien mas tiene, sino quien menos necesita¿no?. Enhorabuena por conseguir sentirte querida.
Mira que cosa loca... hemos decidido quedarnos en la misma estación!. Pues nos veremos seguido entonces.
Besos
Quizá no sea con treinta cuando la vida se ve de otra manera, sino cuando comprendemos que ya nada es igual y que Diney pintaba mundos de colores y no reales.
Disfruta del refugio necesario en tiempos de lluvias.
Cuídate Laura.
Tener un refugio siempre es necesario, pero más si cabe en estos tiempos...
Los lugares comunes y corrientes son remansos de paz, sobre todo si allí te quieren y te comprenden.
A veces, no hay mayor sueño ni ilusión que quedarse donde uno está a gusto. Las eternas búsquedas del arco-iris son, la mayoría de las veces, infructuosas.
Un abrazo.
Oski.
Hay que disfrutar de como uno esta y buscar su lugar y estar con las personas con la que merece la pena y nos sentimos bien, llega un momento en que hay que buscar la estabilidad.
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